El PRI enfrenta un escenario de reacomodo interno que podría adelantar la salida de Alejandro Domínguez de la dirigencia estatal, pese a que su periodo concluye hasta agosto de 2026. Los rumores sobre la llegada de José Luis Villalobos a la presidencia del partido en Chihuahua no son nuevos, pero han cobrado fuerza conforme Alejandro Moreno, «Alito», ha iniciado una estrategia de relevo en distintas entidades. Villalobos, con experiencia en el CEN del PRI y aún al frente de la cartera de afiliación, parece perfilarse como la opción para asumir el control del partido en el estado.
Este posible cambio no es un simple ajuste burocrático, sino un reflejo de la lucha por el control de lo que queda del PRI en Chihuahua. La disputa interna deja ver que, aunque el partido ha perdido protagonismo electoral, sigue siendo un espacio codiciado por los liderazgos locales. La pregunta es si este relevo significará un intento real de reconstrucción, o si solo será una maniobra para seguir administrando las derrotas y acomodando piezas en la negociación con otros partidos.
El PRI, que alguna vez fue el partido hegemónico, hoy se reduce a una estructura donde las decisiones dependen más de los movimientos de la cúpula nacional que de la militancia local. La estrategia de «Alito» de cambiar dirigencias estatales es vista como un intento de control total, aunque en Chihuahua, con su fractura interna y su desgaste político, la pregunta sigue siendo si este relevo traerá un nuevo liderazgo o simplemente un nuevo administrador de la crisis.
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La dirigente estatal del PAN, Daniela Álvarez, está enviando señales contradictorias al interior del partido al pedir a los liderazgos panistas que le aporten ideas para la conducción del instituto político. Aunque podría interpretarse como un intento de apertura, el mensaje genera dudas: ¿acaso no llegó con un proyecto definido para su dirigencia? Su llamado parece más una muestra de falta de estrategia que un ejercicio de inclusión real.
Más preocupante aún es la composición de su equipo, dominado por perfiles ligados al corralismo, grupo que ha sido abiertamente crítico de la actual dirigencia panista en Chihuahua. La presencia de estos actores dentro de su estructura despierta sospechas de que, consciente o no, Álvarez podría estar allanándole el camino a Javier Corral, quien hoy milita en Morena. De ser así, su administración no solo carecería de un plan sólido, sino que además podría estar permitiendo el avance de intereses ajenos a los del PAN en el estado.
En este escenario, el verdadero dilema para el PAN en Chihuahua no es solo la falta de liderazgo de Álvarez, sino el riesgo de que su dirigencia termine sirviendo de instrumento para quienes han trabajado en su contra. Si no logra establecer un rumbo claro y un equipo de trabajo alineado con su visión, la crisis interna del partido podría profundizarse, dejando a Acción Nacional debilitado y sin capacidad de consolidarse como una oposición efectiva en el estado.
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El debate sobre la construcción del Centro de Convenciones en el Parque Central de Ciudad Juárez se ha convertido en un campo de batalla político, donde no solo Morena, sino también sectores internos del PAN, han aprovechado la situación para atacar al Gobierno del Estado. Lo preocupante no es el debate en sí, sino la falta de control y claridadpor parte de David Rocha, coordinador del parque, cuya ausencia de liderazgo ha permitido que la polémica crezca sin una respuesta contundente.
Más allá del tema ambiental, el conflicto refleja un frente común entre corralistas y morenistas, quienes, bajo distintas banderas, buscan debilitar a la administración estatal. Personajes ligados al exgobernador Javier Corral han encontrado en este tema una oportunidad para alinearse con los sectores más radicales de Morena, disfrazados de activistas, para atacar la gestión de Maru Campos. El problema no es solo la oposición política, sino el hecho de que dentro del PAN persistan actores que siguen operando en contra del propio partido.
El caso del Parque Central es solo un ejemplo de cómo la falta de liderazgo en ciertos espacios puede ser aprovechada para generar un conflicto mayor. Si el gobierno estatal no toma el control de la narrativa y aclara el destino del proyecto, la desinformación seguirá alimentando a los grupos que buscan hacer del Centro de Convenciones un tema de desgaste político, más que una discusión legítima sobre el desarrollo urbano de la ciudad.