
Esther Mejía, la ex candidata a la presidencia municipal que traicionó a la Cuarta Transformación, anda desesperada buscando el camino de regreso después de su desastroso salto al vacío. El año pasado, convencida por su sobrino, Juan Carlos Loera de la Rosa, cambió de barco en un movimiento que parecía audaz, pero terminó siendo un tiro en el pie. Cuando vio que Morena no le daría la candidatura a la alcaldía, se dejó seducir por Movimiento Ciudadano, a sabiendas de que no tenía ninguna posibilidad real de ganar. Al final, cambió todo por nada. Porque lo cierto es que Morena le había dado más de lo que merecía. La hizo diputada federal y síndica, pese a su escaso capital político. Pero Mejía se creyó el cuento de que su votación era producto de su carisma y liderazgo, ignorando que la marca López Obrador fue la que la llevó a esos números. Ahora, al verse sin rumbo y fuera del juego, ha comenzado a tocar puertas en busca de redención. Primero intentó con Loera y Andrea Chávez, aprovechando la coyuntura entre MC y Morena. Pero no se descarta que también haya extendido la mano a Cruz Pérez Cuéllar, esperando un salvavidas que la regrese a la esfera del poder. Sin embargo, la política tiene memoria y en Morena no olvidan las traiciones. Aunque Mejía ha demostrado ser una empresaria exitosa y una operadora pragmática, la realidad es que, sin estructura ni respaldo, su margen de maniobra se reduce. Ahora la pregunta es: ¿alguien en Morena está dispuesto a abrirle la puerta o se quedará varada, como una política sin partido y sin futuro?